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jueves, 18 de noviembre de 2010

POESIA

GIOCONDA BELLI
Poeta y novelista nicaragüense

Giuseppe Arcimboldo Invierno

Giuseppe Arcimboldo
Eva con la manzana



Amor de frutas






 Déjame que esparza



manzanas en tu sexo

néctares de mango


carne de fresas;


Tu cuerpo son todas las frutas.


Te abrazo y corren las mandarinas;


te beso y todas las uvas sueltan


el vino oculto de su corazón


sobre mi boca.


Mi lengua siente en tus brazos


el zumo dulce de las naranjas


y en tus piernas el promegranate


esconde sus semillas incitantes.


Déjame que coseche los frutos de agua


que sudan en tus poros:


Mi hombre de limones y duraznos,


dame a beber fuentes de melocotones y bananos


racimos de cerezas.


Tu cuerpo es el paraíso perdido


del que nunca jamás ningún Dios


podrá expulsarme.


Estoy viva como fruta madura...

Estoy viva


como fruta madura


dueña ya de inviernos y veranos,


abuela de los pájaros,


tejedora del viento navegante.

No se ha educado aún mi corazón


y, niña, tiemblo en los atardeceres,


me deslumbran el verde, las marimbas


y el ruido de la lluvia


hermanándose con mi húmedo vientre,


cuando todo es más suave y luminoso.


Crezco y no aprendo a crecer,


no me desilusiono,


ni me vuelvo mujer envuelta en velos,


descreída de todo, lamentando su suerte.


No. Con cada día, se me nacen los ojos del asombro,


de la tierra parida,


el canto de los pueblos,


los brazos del obrero construyendo,


la mujer vendedora con su ramo de hijos,


los chavalos alegres marchando hacia el colegio.

Si.


Es verdad que a ratos estoy triste


y salgo a los caminos,


suelta como mi pelo,


y lloro por las cosas más dulces y más tiernas


y atesoro recuerdos


brotando entre mis huesos


y soy una infinita espiral que se retuerce


entre lunas y soles,


avanzando en los días,


desenrollando el tiempo


con miedo o desparpajo,


desenvainando estrellas


para subir más alto, más arriba,


dándole caza al aire,


gozándome en el ser que me sustenta,


en la eterna marea de flujos y reflujos


que mueve el universo


y que impulsa los giros redondos de la tierra.


Soy la mujer que piensa.


Algún día


mis ojos


encenderán luciérnagas.


Cómo pesa el amor


Noche cerrada


ciega en el tiempo


verde como la luna


apenas clara entre las luciérnagas.


Sigo la huella de mis pasos,


el doloroso retorno a la sonrisa,


me invento en la cumbre adivinada


entre árboles retorcidos.


Sé que algún día


se alzarán de nuevo


las yemas recién nacidas


de mi rojo corazón,


entonces, quizás,


oirás mi voz enceguecedora


como el canto de las sirenas;


te darás cuenta


de la soledad;


juntarás mi arcilla,


el lodo que te ofrecí,


entonces tal vez sabrás


como pesa el amor


endurecido.


Desafío a la vejez


Cuando yo llegue a vieja


-si es que llego-


y me mire al espejo


y me cuente las arrugas


como una delicada orografía

de distendida piel.

Cuando pueda contar las marcas

que han dejado las lágrimas

y las preocupaciones,

y ya mi cuerpo responda despacio

a mis deseos,

cuando vea mi vida envuelta

en venas azules,

en profundas ojeras,

y suelte blanca mi cabellera

para dormirme temprano

-como corresponde-


cuando vengan mis nietos


a sentarse sobre mis rodillas

 
enmohecidas por el paso de muchos inviernos,

sé que todavía mi corazón


estará -rebelde- tictaqueando


y las dudas y los anchos horizontes


también saludarán

 
mis mañanas.