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martes, 2 de febrero de 2010

Ángel García Galiano


Ángel García Galiano nació en Madrid en 1961. Escritor y Doctor en Filología Hispánica, en la actualidad ejerce la docencia en la Universidad Complutense de Madrid como profesor de Teoría de la Literatura; ha sido profesor en las universidades de Padua (Italia), Deusto (Bilbao) y Darmouth (USA). Dirigida por su maestro Lázaro Carreter, realizó en Italia una tesis doctoral sobre las polémicas sobre Cicerón en el Renacimiento; fruto de aquel trabajo es el ensayo: La imitación poética en el Renacimiento, de 1992. Es autor, así mismo, del libro El fin de la sospecha (2004), un panorama crítico sobre la actual narrativa española. Crítico literario, es autor de una treintena de ensayos sobre literatura contemporánea y renacentista. Destacan sus trabajos sobre neoplatonismo y mística en los Siglos de Oro. Como escritor ha publicado las novelas El mapa de las aguas (1998), Hilo de plata (2002) y La casa sin palabras (2008).


Biografía de un escritor que va a venir próximamente a Calatayud. Algunas están leyendo El mapa de las aguas. Igual podíamos leerlo y comentarlo en próximas reuniones.

lunes, 1 de febrero de 2010

Borges y Kafka

Añado parte de un ensayo de Jorge Luís Borges sobre Kafka.

Jorge Luis Borges Habla del Mundo de KAFKA
La Metamorfosis: Franz Kafka. Año 1991. Páginas: 130. Editorial Orión, Argentina.En una edición de La Metamorfosis de editorial ORION, Borges nos cuenta los temas de la obra de Kafka y su modus operandi. Trancribimos aquí la primera parte de ese magnífico ensayo.

Habla un discípulo de Kafka, un tardío discípulo de Kafka, pero que sigue sintiéndolo y agradeciendo lo mucho que él le ha dado y lo poco que él ha podido hacer con ese espléndido regalo de su obra.Quiero examinar aquí dos temas de Kafka, el "laberinto" y la "empresa imposible", pero antes quiero decir unas palabras sobre el modus operandi de Kafka, sobre lo que los escolásticos llamaron el "regregresus in infinitum" y que es un proceso intelectual bastante común tratándose de etiología o metafísica, pero raro tratándose de literatura y podríamos decir que fuera de algunos precursores, que de algún modo fueron inventados por él, fue inaugurado por Kafka. Y quiero recordar a mi amigo Carlos Mastronardi, el gran poeta de Entre Ríos, ¿por qué de Entre Ríos? El gran poeta de la patria y del mundo. Yo recuerdo que él había iniciado la lectura de El proceso y me dijo lacónicamente: "Franz Kafka, Zenón de Elea". Y ahora se preguntarán ustedes qué es el "regresus in infinitum", para mí una de las grandes innovaciones de Kafka: es un proceso lógico, conocido por los escolásticos. Comenzaré por uno de los ejemplos más amenos de este método y tema de Kafka. El "regresus in infinitum" puede ilustrarse, creo que del modo más vívido posible, mediante las paradojas de Zenón de Elea, que dijo que si creíamos en la realidad del tiempo como hecho de instantes y la del espacio como hecho de puntos, el transcurso del tiempo y el movimiento son imposibles, e ilustra esto mediante varias paradojas que fueron refutadas por Aristóteles y comentadas por toda la filosofía después, pero recordaré dos simplemente, ya que en ellas se ve claramente cuál es el modo de Kafka y me permite recordar a mi padre. Mi padre —yo tendría 9 o 10 años entonces—, en una casa por las orillas de Palermo una noche después de comer me mostró el tablero de ajedrez y me dijo, señalándome las casillas: Vamos a poner a una persona que está en esta casilla -y me señaló la casilla de la torre, la de la izquierda y quiere ir a la casilla de la derecha. Pues bien, tendría que pasar antes por la casilla de la reina. Yo dije, naturalmente, que sí. Y él me dijo: Pero antes tendrá que pasar por la casilla del caballo. Yo afirmé nuevamente. Y él me dijo: Bueno, aquí tenemos 8 casillas, ya que se trata de 64 casillas, que forman el tablero. Supongamos un tablero más largo, con un número indefinido de casillas. Para llegar de la primera a la última habrá que pasar por todas las casillas intermedias. Dije que sí y él me dijo: Muy bien, pero entonces, antes de llegar a la meta habrá que pasar por la casilla del medio, antes por la del medio del medio, antes por la del medio del medio del medio y así sucesivamente, es decir, que no se llegará nunca de una casilla a otra. Y no mencionó el nombre de Zenón de Elea, no me dijo que estaba exponiendo la ilustre paradoja de la filosofía griega, porque mi padre era profesor de psicología y sabía que son más importantes los hechos que las fechas y los nombres de quienes los inventaron. De modo que me dejó con esa perplejidad y luego de unas noches me preguntó si había oído la historia de la carrera de Aquiles y la tortuga. Dije que no, y me divirtió la idea de una carrera entre Aquiles, el de los pies ligeros, símbolo de rapidez y la tortuga, la morosa tortuga, símbolo de lentitud, y dije que me gustaría oír eso. Bueno, dijo, una vez corrieron una carrera Aquiles y la tortuga. Aquiles le dio a la tortuga 100 metros de ventaja, lo cual es justo, dado lo moroso de la tortuga y lo lento de sus hábitos. Muy bien, Aquiles recorre los 100 metros mientras la tortuga recorre 1 metro. Me preguntó si la cuenta estaba bien sacada, él sabía que lo estaba y le dije que sí. Muy bien, me dijo, recorre ese metro en tanto que la tortuga recorre 1 centímetro. Yo dije que sí, si Aquiles corre cien veces más ligero que la tortuga. Desde luego, me dijo, Aquiles recorre entonces ese centímetro, y la tortuga mientras tanto ha recorrido un milímetro. Y así siguen, de modo que Aquiles nunca podrá alcanzar a la tortuga. Pues bien, esto ha sido discutido después por Poincaré, por Bergson, por Bertrand Russell, por Stuart Mill, antes por Aristóteles, antes quizás por todos los filósofos y es realmente un argumento serio contra el hecho de que si el tiempo se compone de instantes y el espacio está hecho de puntos, una cantidad cualquiera no puede agotarse. Ese argumento lo aplicó William James. En sus Elementos de Psicología James dice: Vamos a suponer un cuarto de hora. Pero antes de que un cuarto de hora pase, tienen que pasar siete minutos y medio, pero antes tienen que pasar tres minutos y una fracción, y antes de que pase la fracción tiene que pasar otra, pero como el número de fracciones es infinito resulta que se saca como consecuencia que no puede pasar nunca un cuarto de hora. Pero curiosamente, cuando Zenón de Elea formulaba esas paradojas en Grecia cinco siglos antes de la era cristiana, un pensador chino, Lie Tsu la formulaba en China bajo la forma de una leyenda, una forma que hubiera complacido más a Kafka. Lie Tsu habla del cetro de los reyes de Liang y supone que ese cetro es heredado por cada sucesor de la dinastía. Cada uno tiene que cortar la mitad del cetro, que no es excesivamente largo, pero como nunca se llegará a la mitad de la mitad de la mitad de algo la dinastía es infinita, es decir, exactamente el mismo procedimiento de Aquiles y la tortuga y de aquella otra del tablero, que muestra la imposibilidad de que un móvil llegue a la meta. Ahora bien, ese procedimiento que se llama "regresus in infinitum" fue aplicado para refutar pensamientos, muchas veces lógicamente, pero Kafka fue el primero, o uno de los primeros, que lo aplicó a la literatura.

¿ Un Kafka vitalista y alegre?



¿Un Kafka vitalista y alegre?

LA VERDAD Sábado, 20 de Junio de 2009 03:00

EL PERSONAJE
Estará próximamente en las librerías españolas 'Cuando Kafka vino hacia mi', un libro que recoge 45 relatos testimoniales de gentes que conocieron personalmente a Franz Kafka: compañeros de su trabajo en la compañía de seguros, o en el instituto, alguna novia desconocida, vecinos suyos, parientes, amigos, uno de ellos anarquista con el que colaboró... y que pretende ofrecer otra imagen del autor de 'El Proceso', muy opuesta a la de sus personajes, nada sombría ni siniestra. De su hermana es la revelación de que «de vez en cuando se escapaba para irse a vivir con alguna mujer». Otro lo reconoce como aquel que se fue una noche de juerga con él. El anarquista dice que se lo llevó a conferencias sobre el amor libre o contra la guerra y que era uno de los más convencidos simpatizantes de las teorías de Bakunin. Una mujer exclama «¡Qué hombre más guapo, alto y con aquellos ojos grises!». En fin, el judío checo, muy elegante, amante de la natación y de los sombreros hongos negros cual personaje magrittiano, propinó una buena paliza a alguien una vez, mientras al trabajo llegaba siempre quince minutos tarde. Otro Kafka. Acaso, el verdadero.

Leer a Kafka me da la oportunidad de haceros llegar obras, textos de otros autores a los que llegué a través de él ¿o fué al contrario?
Este artículo esta basado en cierto incidente da pie para revelar un perfíl mucho más luminoso, alegre y cálido que lo transmite su obra.
César Aira. La muñeca viajera*
El año pasado, después de superar los detectores de metales en un aeropuerto, oí unos gritos desgarradores que hicieron volver la cabeza a todo el mundo. Era una niñita, de tres o cuatro años, llorando con desesperación. La madre la había alzado y trataba de calmarla, en vano. Los gritos subían de volumen, cargados de una angustia que la niña, evidentemente, se empeñaba en hacer pública. Abrazaba una muñeca, gesto del que deduje lo que debía de haber pasado: los policías de seguridad le habían revisado la muñeca. Lo confirmé cuando pasaron a mi lado y oí a la madre diciéndole: "Te juro que no le hicieron nada, te lo juro...". Alguien me dijo después, cuando le conté la historia, que muñecas y juguetes son especialmente temidos en esas circunstancias, porque los secuestradores de aviones los han usado más de una vez para introducir armas. Quién sabe qué había pasado por la cabeza de esa niña al ver su muñeca en manos de los policías; quizás la habían atravesado con agujas o la habían palpado de un modo amenazante; quizás vivió una especie de violación vicaria; después de todo, las niñas depositan muchos sentimientos en sus muñecas.Sea como sea, la muñeca había pasado el examen, aun a costa de las lágrimas de su dueña, y ya estaba "en tránsito". La situación me recordó una historia poco conocida en la vida de Kafka.En 1923, viviendo en Berlín, Kafka solía ir a un parque, el Steglitz, que todavía existe. Un día encontró a una niñita llorando, porque había perdido su muñeca. Kafka inventó al instante una historia: la muñeca no estaba perdida, sólo se había ido de viaje, para conocer mundo. Y le había escrito a su dueña una carta, que él tenía en su casa y le traería al día siguiente. Y así fue: esa noche se dedicó a escribir la carta, con toda seriedad. (Dora Diamant, que cuenta la historia, dice: "Entró en el mismo estado de tensión nerviosa que lo poseía cada vez que se sentaba a su escritorio, así fuera para escribir una carta o una postal"). Al día siguiente la niña lo esperaba en el parque, y la "correspondencia" prosiguió a razón de una carta por día, durante tres semanas. La muñeca nunca se olvidaba de enviarle su amor a la niña, a la que recordaba y extrañaba, pero sus aventuras en el extranjero la retenían lejos, y con la aceleración propia del mundo de la fantasía, estas aventuras derivaron en noviazgo, compromiso, y al fin matrimonio e hijos, con lo que el regreso se aplazaba indefinidamente. Para entonces la niña, lectora fascinada de esta novela epistolar, se había reconciliado con la pérdida, a la que terminó viendo como una ganancia.Privilegiada niñita berlinesa, única lectora del libro más hermoso de Kafka. Me han contado, y quiero creer que es cierto, que el gran estudioso de Kafka, Klaus Wagenbach, buscó durante años a esa niña, interrogó a vecinos del parque, revisó el catastro de la zona, puso avisos en los diarios, todo en vano. Y hasta el día de hoy visita periódicamente el parque Steglitz, examina a las señoras mayores que llevan a jugar a sus nietos... La niña ya debe de ir para los noventa años, y es difícil que la encuentre. Pero el esfuerzo vale la pena. Esas cartas de la muñeca lo tienen todo para hacer soñar no sólo a un editor como Klaus Wagenbach.El llanto de mi niña del aeropuerto enlazaba con el de la niña del parque Steglitz, a ochenta años de distancia. Uno tiende a sonreír frente al llanto de los niños, porque sus dramas nos parecen menores y fáciles de solucionar. Para ellos no lo son. Y hacer el esfuerzo de entrar en las relatividades de su mundo se equivale con el trabajo de entrar al mundo de un artista, donde todo es signo.El contrato de una niña con su muñeca es un contrato semiótico, una creación de sentido, sostenida en la tensión del verosímil y la fantasía. De ahí que la anécdota no sea casual: Kafka fue el más grande descubridor de signos en la vida moderna. Reiner Stach señala con mucha pertinencia, en su biografía de Kafka, que para el escritor no se trata sólo de saber observar, sino que es preciso descubrir los signos ocultos en lo que se observa. La elogiada precisión quirúrgica de la mirada de Kafka se hacía escritura en la transmutación de lo visible en signo.La desaparición del libro de las cartas de la muñeca, por mucho que la lamentemos, deberíamos verla como un signo positivo. Es el elemento que, por su ausencia, da sentido al resto de la obra, que es una saga de desapariciones cuya presencia en forma de relatos, de escritura, tiene por función cerrar la herida de la pérdida.Por poco que lo pensemos, esta función fue la que dio origen a los cuentos que se le contaban a los niños, para enseñarles a temer el mundo, y al mismo tiempo para que aprendieran que el mundo había existido antes que ellos, y seguiría existiendo sin ellos. Fue esta función terapéutico didáctica la que realizó la obra de Kafka, y por eso con él se cerró el ciclo histórico de la literatura infantil. Sus cuentos de hadas hicieron anacrónicos todos los demás, y el siglo XX, por causa de él, no tuvo sus Perrault ni sus Andersen (ni su Dickens). Pero lo tuvo a Kafka, y es suficiente.*Babelia 8 de mayo de 2004
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Ese artículo fue el que impulso a Jordi Sierra i Fabra a escribir una novela juvenil que publicó Siruela el año pasado y que a mí, particularmente, me parece deliciosa.Kafka y la muñeca viajera es un libro que trasciende estos detalles particulares para hacer una reflexión sobre algunos temas universales: la pérdida de la inocencia, el paso de la niñez a la adolescencia y la maravillosa capacidad que tiene la literatura para transformar la realidad.Jordi Sierra se permite inventar esas cartas, terminar la historia en un empeño difícil, pero hermoso. El resultado, en cualquier caso, es entrañable, porque el autor catalán se ha empapado del sentimiento de Kafka, que nunca tuvo hijos, por aquella niña y ha sabido transmitir la pureza de ese acto profundo y genial.El lenguaje es sencillo, directo, pero la muñeca de Kafka es muy imaginativa en la descripción de su largo viaje y las sugerencias que provoca en el lector son muchas.Jordi Sierra se muestra, como es reconocido por todos, como un autor con un gran oficio y dentro de su prolífica e irregular obra, este relato está, sin duda, entre los mejores.
Las ilustraciones que acompañan al texto son especialmente adecuadas, en la línea de trabajo de Pep Montserrat. La edición de Siruela, dentro de su sobresaliente colección Las tres edades, es impecable. Un libro destinado, en fin, a perdurar.NOTA DE LA EDITORA: Dos días después de recibir este artículo en la redacción de Proscritos, Jordi Sierra i Fabra, recibió el Premio Nacional de Literatura Juvenil por este librowww.proscritos.com/larevista/notas.asp?num=48&d=t&s=t2&ss=1