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Próxima reunión 27 de Mayo, domingo. Hora 19.30







miércoles, 2 de febrero de 2011

ALGUIEN

    
     No he sido yo. Sé que no he sido yo. Despertándome ya sentí un hedor que me advertía, era ese olor confuso y disperso de cuando entras en una carnicería. Aún estando todo oscuro me atenazó la certeza de que había pasado algo, algo de verdad, algo gordo. Me levanté a ciegas. Las chanclas no estaban en su sitio, justo donde poso los pies cuando me incorporo. Lo que otro día me hubiera provocado nerviosismo en ese momento me pareció insignificante. No reparé en ello y me dirigí descalzo y a tientas hacia la cocina. Era mi casa, sabía donde estaba todo, la distancia que hay entre el dormitorio y el comedor, y que la puerta de la cocina queda justo a mitad del recorrido, a la derecha. Aún así iba rozando con el dorso de mis dedos y con las uñas la pared, hasta que dieron con el marco. Allí el olor era contundente, nada que pudiera ser fruto de un delirio. Con la mano izquierda abrí la puerta y, ya dispuesto en medio del silencio oscuro a descubrir lo que fuera, mi mano derecha estaba sobre el interruptor.


     ¡Que tonto! Yo no había hecho nada, me acababa de levantar, Charo estaba en la cama, en su sueño bello y femenino, los niños durmiendo en la inocencia de sus cuartos. ¿Qué había pasado? ¿Por qué estaba allí, en el quicio de la puerta, espectante en la oscuridad?


     En el primer parpadeo del fluorescente ya descubrí formas abultadas sobre la encimera y un goteo gelatinoso que se despegaba de los bordes del mantel. Ya todo iluminado la visión era sobrecogedora. Los colores, las formas, la peste, se conjuntaban en una sinfonía hedionda de bultos intocables. El verde, el gris, el marrón, formaban un lienzo barroco de formas mezcladas, incorporadas unas en otras en una espiral sin fín y amorfa. Alguien había estado mucho tiempo allí y nadie se había dado cuenta. Alguien había estado allí mucho tiempo y no había salido nunca.


     Desorientado en medio de semejante, tuve la misma necesidad de todos los días; tomar café, tomar café caliente. Dispuse la cafetera en el fuego, me senté, con el brazo hice el gesto de retirar la montonera, respiré hondo, la visión se me apoderaba, respiré hondo. Ya me preparé el café y otra vez sentado me lo tomaba despacio, cuando oí los pasos de los dos chicos dirigiéndose hacia la cocina. -"¡Anda, vaya cara tienes!, ¿podemos desayunar viendo la tele?" - "Vale." - Cuando acabé de decir "vale" supe que yo no había hecho nada, porque mis hijos sabían que yo no había hecho nada.


          Ramón Montejano Herrenos