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martes, 10 de mayo de 2011

EL BARÓN RAMPANTE

Italo Calvino

Santiago de las Vegas, Cuba, 1923-Siena, Italia, 1985) Escritor italiano. Hijo de un ingeniero agrónomo, se trasladó de San Remo, donde transcurrió la mayor parte de su infancia, a Turín, para seguir los mismos estudios que su padre, pero enseguida los abandonó a causa de la guerra, durante la cual luchó como partisano contra el fascismo. En 1944 se afilió al Partido Comunista Italiano.

/conversacionesenlabiblioteca.wordpress.Reseña de Alejando Serrano.


“El barón rampante”se centra en una familia noble de Ombrosa (Italia), a cuya cabeza figura el Barón Arminio Piovasco di Rondò, casado con la generala Corradina di Rondò, antes Konradine von Kurtewitz e hija de un general austríaco, con tres hijos, el primogénito, Cosimo Piovasco di Rondò, Biagio, su hermano y narrador cuasi omnisciente, y su calculadora y maligna hermana, Battista. Junto a ellos, conviven dos singulares personajes que planearán de un modo u otro a lo largo de la mayor parte de la novela, el Abate Fauchelafleur, limosnero y ayo de los niños, encargado de su educación y a menudo somnoliento y prototipo del clero de la época, y el Caballero Abogado Enea Silvio, un encargado del Barón, quien controla las maltrechas finanzas de la familia y se dedica a los menesteres más engorrosos de su administración.
Italo Calvino aplica el punto de inflexión necesario para elevar el carácter de la novela desde la primera página: Cosimo, un niño de 12 años, con padres como los descritos, una familia tan convencional como puede verse, y con una aburrida y predecible localidad agraria como escenario, decide, el 15 de junio de 1767, que su vida a partir de ese momento se desarrollará en los árboles, y que jamás bajará de ellos para nada. ¿Ya va cobrando interés?
De todos es sabido que la adolescencia es momento de rebeldías contra el orden establecido, de transgresiones, de niños reclamando su lugar en la vida a base de voces en grito. Cosimo, con 12 años, es ya un adolescente en estos tiempos en que los jóvenes tal y como los entendemos hoy en día no existían, y los novios se casaban con 15 o menos años, a menudo sin conocerse siquiera.
El primogénito del barón de Rondò encuentra que su absurdamente
ambicioso padre, su autoritaria mujer, sus insustanciales hermanos y
 su dormitante preceptor conforman un panorama desolador para su
creatividad rebelde, y decide exiliarse de ellos al único lugar donde es posible sustraerse de su influencia: los aires. Una inocente rebeldía
nacida en una comida familiar desemboca en una promesa altanera a una chica vecina, también noble y terca, que a su vez dispara la transgresión fundamental de Cosimo: declara que no volverá a pisar el suelo, y cumplirá su promesa hasta el mismo final. Esto no supone un aislamiento a ultranza… el niño sabe que
 ningún hombre es una isla, y se volverá a lo largo de su vida cada vez más participativo en la sociedad que le rodea, mucho más desde luego que otros que caminan por el suelo y no ven más que sus zapatos.

Calvino nos deja claro –más o menos- el final de la novela, pero aún así el lector se ve obligado a continuar leyendo hasta el final, que de hecho, es lo menos importante de esta obra. El autor de la novela utiliza la rebeldía de Cosimo para denunciar lo absurdo de una sociedad basada en los rangos sociales, en guerras continuas entre países e individuos y en la influencia, a menudo negativa, de las religiones y los convencionalismos. Calvino no deja títere con cabeza, no solo al usar al rebelde Cosimo, sino a su conformista hermano, que termina comprendiendo las motivaciones del primero y el porque de sus actos.


Con una narración muy cercana al realismo mágico, bordeándolo pero sin introducirse de pleno en él, pero siempre brillante, precisa y divertida, Italo Calvino se despacha a gusto con todos sus personajes y grupos sociales, desgajando una a una sus virtudes y defectos, poniendo la lupa sobre el mundo bajo los árboles, utilizando la altura desde la que observa Cosimo ese mundo de imposturas e injusticias propio de una sociedad jerarquizada y llena de complejos. Todo pasa por la mirada crítica de Calvino: la nobleza, los villanos, el clero, los militares, los criminales… incluso hasta Napoleón y otras personalidades de la época. Pero la crítica se viste siempre de diversión y un tono intranscendente de aventura y fantasía que oculta intenciones más profundas y precisas. La óptica de Calvino es afilada y no admite concesiones; se comporta con sus personajes sin dobleces y de forma lógica. Una vez Cosimo decide vivir en los árboles, todos los acontecimientos de su vida que se suceden parecen perfectamente legitimados por el carácter de éste, aunque para el resto de habitantes de Ombrosa provengan de la locura.


El futuro Barón de Rondò es un revolucionario, hombre de visión extraordinaria, entiéndase por esto sorprendente y nueva. Vivir en los árboles supone una ventaja de perspectiva. Se ven antes los males y las bondades del statu quo, y se intuyen con más facilidad las soluciones. Calvino nos invita, pues, a abandonar la óptica tradicional y los complejos y adentrarnos sin manías en las soluciones, en nuevos caminos que desemboquen en una vida mejor. Muchos opinan, y yo me incluyo por esta vía de interpretación, que Cosimo representa para Calvino su propia evolución como persona. Italo, profundamente turbado por la invasión de Hungría por la U.R.S.S., abandona la militancia activa en el Partido Comunista y se aleja de sus postulados, algo parecido a lo que realiza Cosimo a lo largo de la novela, sólo que las creencias de su personaje no son tan claras en un inicio y varían con la edad. El formato elegido, un disfraz de comedia ligera, refuerza aún más su mensaje, alejándolo de fórmulas más pesadas y menos eficaces.


En resumen, un libro muy recomendable para aquellos que no desean atarse por formulismos, ni en el ámbito social ni literario, ameno por la forma y potente por su contenido, cuya critica va más allá de la época que pretende recrear y de aquella en la que fue escrito, un clásico con todas las de la ley que puede ser disfrutado a todas las edades, una lección en palabras de lo que puede significar la rebeldía cuando obedece a propósitos sanos y claros.

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